La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

domingo, 31 de enero de 2016

LAS OTRAS: Candelaria Medina (I)

La cupletista Candelaria Medina fue más famosa por su
belleza que por su talento artístico
El ideal femenino ha cambiado a lo largo de las épocas con variaciones tan extremas, que a lo que más se asemeja es a un gráfico sobre el estado de la bolsa desde 1929 hasta la fecha. Lo que hoy resulta deseable, la delgadez (y el inevitable sacrificio que conlleva), era hace cien años considerada como una abominación, un signo de pobreza y debilidad, y a ninguna mujer en su sano juicio se le ocurría pasar hambre voluntariamente o matarse a hacer ejercicio. Comer mucho y estar ociosa era propio de gente rica. Si estabas gorda, estabas buena, y por el exceso de peso había que pasar casi obligatoriamente para triunfar en lo artístico y en lo personal. O al menos aparentarlo.
La protagonista de esta entrada, la olvidada cupletista malagueña Candelaria Medina, triunfó con su físico sobreabundante más que por la calidad de su voz o la maestría en la ejecución de sus bailes. Guapetona, saludable, simpática y sugerente, fue hace cien años una belleza ideal que causaba arrebatos de pasión allá por donde iba. Algo tiene el agua cuando la bendicen.

Candelaria Medina, cupletista y bailarina

Candelaria Medina Briones nació en El Perchel malagueño en fecha indeterminada, como ocurriera con tantas otras de sus compañeras del artisteo. Las malas lenguas situaban tal fecha alrededor de 1880 y no más acá de 1885, pero ella siempre perseveró en el silencio, sin insistir jamás en quitar o poner años a lo que, a fin de cuentas, en realidad no se conocía. Aún siendo perchelera no corría sangre gitana por sus venas, pero sin duda nació en un lugar en donde el arte flamenco de su población era algo casi sobreentendido. Su familia, además, fue famosa por la belleza de sus mujeres. Su tía y madrina fue Candelaria Briones, madre de las Camelias: Victoria y Anita Delgado, ésta última famosa maharaní de Kapurthala. Ninguna de las tres guapas primas tuvo suerte en el amor y del triste caso de Candelaria ya nos ocuparemos más adelante.
El Perchel en una romántica visión del siglo XIX
(fuente: http://objetivomalaga.diariosur.es)
De familia humilde, comenzó desde muy niña a cantar y bailar en los cafés malagueños.  El Perchel era una especie de cantera para hallar bailaoras, cantaores y guitarristas. El cante jondo corría por las venas del barrio y desde muy pequeños los críos cantaban y bailaban en calles, plazuelas y patios. La pequeña Candela no fue una excepción. Su gracia y desparpajo, a la par que su belleza, hicieron que se fijaran en ella diferentes empresarios. Los padres de entonces, sobre todo los de extracción humilde, solían estar bien dispuestos a que sus hijas hicieran carrera artística ya que las necesidades eran grandes, los tiempos duros y la paga en el teatro nunca fue despreciable. En un momento dado forma pareja artística con el bailarín sevillano Antonio Castillo, hombre de carácter agresivo y pasional que más tarde protagonizaría un lamentable suceso. Pero la pequeña Candela sale indemne de esta asociación artística y es fichada por los cazatalentos de la época. En febrero de 1905 se traslada a Madrid para debutar en la capital como cupletista.
La Puerta del Sol a principios del siglo XX, un Madrid
sin coches y con burros
En junio ya forma parte del elenco del Actualidades, templo de las variedades y una de las cunas del cuplé. Allí había triunfado, desde el primer momento y de forma estruendosa, Pastora Imperio. Su estilo flamenco fue enormemente influyente tanto en los gustos del público como en la orientación del Actualidades, donde las peteneras, sevillanas, alegrías y tangos siempre eran recibidos. Candelaria y su manera de hacer le van a la perfección al salón de la calle Alcalá. Comparte escenario con otras flamencas como Amalia Molina, Adela Cubas, Eloisa Carbonell y Amparito Muñoz. Son todas muy jóvenes y sus talentos varían desde el carisma indiscutible de Amalia Molina hasta la seriedad flamenca de la guitarrista Adela Cubas. Candelaria es muy joven y no es la mejor en su género pero ¡ay, qué guapa es!
Candelaria en pose flamenca con atuendo de cupletista
Los críticos alaban su elegancia innata, la pasmosa blancura de su piel en contraste con sus ojos y pelo negros, su graciosa forma de moverse bailando sevillanas, su voz pequeña pero templada,... en fin, la  clou de la temporada. En cuanto al público (mayoritariamente masculino), parafraseando a Álvaro Retana, literalmente aulla de deseo ante tamaña hembra. Aún el cuplé no se ha dignificado, ni siquiera se ha adecentado un poco en estos primeros tiempos del Actualidades y todos los salones del género ofrecen carne en abundancia, independientemente de la tesitura vocal o la destreza en ejecutar los molinetes.
Candelaria a la guitarra, que nunca supo tocar,
posando con la "bella" Charito Olivares
En octubre de 1905 Candelaria debuta en el Novedades, el teatro de la calle Toledo recientemente reformado. Su propietario se ha empeñado en reconvertir este pequeño salón en un lugar "apto para todos los públicos", aunque su buena voluntad no siempre se ve recompensada. Allí Candelaria seguirá compartiendo escenario con las hermanas Olivares, Pilar y Charito. Esta última ha pasado de ser la Bella Charito (véase foto) que cantaba cuplés aflamencados, a entregarse de nuevo al arte flamenco más genuino en compañía de su hermana. Ambas cantan y bailan, muchas veces acompañadas por Candelaria, unas sevillanas que se harán famosas en todo Madrid. Son las más serias competidoras de Pastora Imperio, pero ésta no se molesta con la competencia ya que se sabe única.
Más tarde, en noviembre, debuta Fornarina en el Novedades. El estilo picaresco, sutil y afrancesado de la madrileña choca con las bulerías de Candelaria y de este choque resulta un espectáculo ecléctico que encanta al público. También allí cantan sus cuplés de doble sentido la delicada Nieves Gil y la sensual Negrita, y las bailarinas Esmeraldas mueven sus caderas en un espectáculo que poco tiene de "apto para todos los públicos" en su época. Para colmo, en diciembre debuta allí Chelito, la reina del deshabillé, la más famosa de las buscadoras de pulgas.
Chelito a punto de comerse las uvas
En enero de 1906 se anuncia la inauguración del Central Kursaal, en el Frontón Central de la madrileña calle Tetuán. Se trata de una ambiciosa iniciativa del empresario Berriatúa que, si bien no pretende adecentar el género, sí que tiene claro que el lujo, la inversión y el buen gusto van a configurar la impronta de su local. No se trata tanto de que vengan las familias en tropel a ver sus espectáculos como a que sea lo más granado y pudiente de la sociedad, aristocracia incluida. No hay que olvidar que la boda de Alfonso XIII con Ena de Battenberg se celebrará el 31 de mayo de ese mismo año. Berriatúa sabe reconocer el valor promocional de esta boda para Madrid y sus locales de ocio. Tanto él como los demás empresarios se frotan las manos aunque las cosas no saldrán precisamente como esperan.
Alfonso y Ena mirándose con monárquico arrebato
poco antes del desastre de su boda
Del legendario primer plantel del Kursaal formará parte Candelaria junto a las hermanas Olivares, poniendo en el espectáculo de variedades su aportación flamenca. Por allí pasarán durante estos meses, hasta el día de la boda, figuras internacionales como Mata Hari y algunas nacionales desconocidas que más tarde darán el campanazo: Anita Delgado y su hermana Victoria, las guapas primas de Candelaria que, como ella, han llegado a Madrid para buscar fortuna. Son unas simples teloneras y su arte no va a la par de su belleza pero, paradójicamente, con el tiempo serán consideradas como las auténticas triunfadoras dentro de aquel famoso elenco del Kursaal de la temporada de 1906.
Anita (sentada) y Victoria Delgado,
las Hermanas Camelias
Triunfando en el Central Kursaal, convertida en una de las famosas bellezas del legendario salón, Candelaria recibe una noticia inquietante que turba su felicidad durante un tiempo. Su antiguo compañero de baile, Antonio Castillo, ha sido detenido en Barcelona por asesinar a la bailarina Rosita del Oro, pareja suya en la escena y fuera de ella. Uno más de los crímenes machistas que, desgraciadamente, se han dado en todas las épocas. Candelaria recuerda los tiempos no tan lejanos en los que compartió contrato y acaso algo más con el malhadado bailarín. Se libró de aquello, acaso tuvo suerte, pero en realidad la malagueña tiene cierta tendencia a dejarse embaucar por individuos chulescos, violentos y celosos. Está fatalmente escrito en su destino, como una maldición gitana y es cuestión de tiempo que se tope con su propio Antonio Castillo.
No tuvo la recatada Candelaria suerte en amores
Cuando llega la fecha de la boda de Alfonso XIII en el Central Kursaal actúa Candelaria junto a Nieves Gil, Pastora Imperio y Conchita Ledesma, la reina de la belleza. Entre tanta hembra de tronío la dulce Candelaria llama la atención, dicen de ella que es "la blancura de la nieve, la curva correcta y soñada" y que ella, como ninguna otra, "logra comunicarnos la más limpia y fresca y gozosa y pura sensación de voluptuosidad". En su vida real es recatada, poco dada a escándalos y devaneos, de intachable comportamiento moral. Si es tentadoramente voluptuosa es por su físico a la moda, pleno de curvas, hoyuelos y morbideces ideales. Ella no tiene la culpa de ser tan guapa, al fin y al cabo, ha nacido así...
El 5 de mayo de 1906 aparece un artículo en el periódico El Día dedicado a Candelaria. Escrito en términos admirativos y casi amorosos por Adolfo Rubio, éste no hace más que repetirse "¿Será de nieve?" debido al tono de piel de la malagueña, a su irreprochable conducta, a la corrección casi estática de su comportamiento en escena y el contraste entre su cuerpo lleno de "afrodisiacas voluptuosidades" y su boca fina de sonrisa tibia, dulce, nada sensual. El periodista ha tenido el placer de conocerla fuera del escenario y queda admirado por su seriedad ingenua. Su imagen es irreprochable: vestido negro de raso que contrasta con su piel luminosa, las manos cuajadas de sortijas y pulseras "deslumbradoras de gemas" (privilegio y obligación de cupletista) y esa aparente frialdad que tanto puede corresponder a "una niña juiciosa" como a "una virgen amargada". Parece ocultar un secreto, acaso una personalidad ambiciosa, acaso un amor atormentado. En todo caso Rubio nos deja clara dos cosas: la primera que a ojos de los hombres y en todos los tiempos las mujeres nos hemos movido entre los dos extremos (la virgen y la meretriz) sin que, al parecer, nuestra sexualidad encuentre ese equilibrio que sólo ellos poseen; y en segundo lugar, que Candelaria era un misterio, una mujer que bien podía ser sofisticada, distinta y distante o más simple que el asa de un botijo. Vaya usté a saber.
Candelaria, blanca y luminosa, fría y distante,
portada de la revista El Teatro en 1905
Simple o compleja, lo que sí es cierto es que Candelaria está triunfando en lo suyo y las cosas comienzan a irle muy bien. Complementando sus temporadas madrileñas comienzan a llegarle numerosos contratos en salones de provincias, además de las lucrativas giras veraniegas. Todo el mundo admira su belleza allá por donde va, así como su elegancia depurada. En cuanto a su estilo en escena poco hay que decir y tampoco le parece a nadie muy necesario. Si algo hay que reprocharle es su falta de "movimiento", ya que no tiene el exuberante estilo de otras flamencas y no le gusta provocar demasiado al personal.
En 1907 ha alcanzado estatus de estrella. Actúa en agosto en la fiesta a beneficio de la Asociación de la Prensa, celebrada esta vez en Parisiana, compartiendo escenario con la escandalosa Cachavera y las flamencas Negrita y Malaguita, su paisana. Cuando el 15 de agosto la revista El Arte del Teatro le dedica portada y página central, se habla más de Candelaria por su físico impactante que por sus cuplés. Aun así la revista se deshace en elogios y nos da lo que hoy consideraríamos una exclusiva: llevada por los éxitos de Mata Hari y tantas otras, Candelaria ha decidido bailar danzas orientales, además de sus palos flamencos de siempre. Lo oriental está de moda, en baile, moda e interiorismo. Si hay que dejar el flamenco y cantar cuplés, toca ser cupletista. Si se lleva bailar la danza de los siete velos más que unas alegrías, pues se quita una la bata de cola, se pone un cinturón de pedrería con gasas colganderas y a mover las caderas. Lo que la moda manda en los salones de variedades es lo que el público demanda. Y lo que da pesetitas.
Candelaria portada de El Arte del Teatro en 1907
Menos pesetitas pero una estupenda publicidad es lo que daban por entonces las postales con efigies de artistas. Candelaria es una de las más demandadas y lanza en 1907 una serie de postales a modo de naipes de la baraja española. Oros, copas, espadas y bastos representados por la exuberante malagueña, con sus correspondientes palos adaptados al mundo postal: las copas, por ejemplo, son porcelanas de botica, las espadas finísimos sables de esgrima, los oros se convierten en panderetas y los bastos devienen en ramas floridas, aunque ya algo mustias.
Un españolísimo siete de oros de pandereta y madroños
(postal conseguida gracias a un anónimo
lector, exquisito coleccionista)
El siete de copas en versión florido-farmacéutica
Un siete de espadas sin miedo a los cortes
Y el rey, o reina, de bastos, con un peinado
que necesita una explicación
Termina 1907 en Madrid, actuando en el Salón Teatro de la Agencia Artística Moderna junto a cupletistas como Naná, Iris, la flamenca Negrita y un tal Vega, cubano "musical" que debuta en España. En los carnavales de 1908 forma parte del baile de máscara que celebra la sociedad Lageded en el Gran Teatro. Ella y el resto de sus compañeras no sólo se limitan a cantar o bailar sino que además venden confeti al personal, sirviendo su belleza y lozanía como reclamo para el público masculino asistente al baile. No le faltan proposiciones a Candelaria, tan guapa y frescachona, pero tiene fama de inexpugnable y además se rumorea que ya "tiene hombre". Nada se sabe de él como no sea dentro del círculo más íntimo de la cupletista, discreta y muy suya para los temas personales. Aunque hay quien dice que la discreción se debe a otro tipo de circunstancia, a algún secreto que conviene ocultar o a alguna situación familiar que debe ser preservada por parte del susodicho. Candelaria hace su trabajo, sonríe y calla, aunque el tiempo pondrá en su lugar a cada uno de los personajes de esta historia.
Candelaria con un soberbio mantón de Manila
A finales de mayo de 1908 se celebra en la sede del periódico ABC la fiesta de la revista Blanco y Negro. En su planta superior, de inspiración andaluza, se recibe a los escogidos invitados pertenecientes a lo más granado de la sociedad madrileña, aristócratas, políticos y empresarios de carácter conservador y monárquico, como correspondía a tal publicación. En la parte artística toma parte Candelaria junto a las hermanas Olivares y la joven Paz Calzado, talentosa bailarina que lo mismo bordaba unas bulerías que se marcaba un frenético cake-walk. Todas son aplaudidas y agasajadas por el público asistente. En un momento dado alguien le lleva a Candelaria un recado, un "billete de amor" con el que un distinguido caballero pretende citarse con ella. El intermediario recibe, estupefacto, un dignísimo "no" como toda respuesta. Años después aún lo recordará, por lo inusitado, ya que el caballero en cuestión era riquísimo y apuesto. Pero la malagueña "tiene hombre" y en estas palabras se encierra un misterio que a su vez encierra un cierto temor. No hubo cita ni esta vez ni en ninguna otra ocasión.
Paz Calzado en un montaje fotográfico de Calvache
para la revista Mundo Gráfico
Un mes después se celebra una fiesta artística en el desaparecido palacio de Iturbe (en realidad el antiguo palacio de Guadalcazar, en la calle de San Bernardo) conmemorando el centenario de la Guerra de la Independencia. El público asistente supera en títulos nobiliarios al de la fiesta de Blanco y Negro. Asiste incluso la familia real. La controvertida señora de Iturbe, la malagueña Trinidad von Scholtz Hermensdorff, riquísima y con inquietudes escénicas de lo más variado, incluye en la fiesta varios cuadros artístico-históricos montados con ayuda del pintor José Moreno Carbonero. En el denominado "Bailes Regionales" hay un número andaluz que se convierte en la máxima atracción de la noche. Actúa Candelaria bailando unas sevillanas con la Olivares, toca la guitarra el famoso Miguel Borrull (padre) y Manuel Escacena canta. El broche de oro lo pone un tango "dislocado y efectista" que deja en el aristocrático salón una incierta sensación de vértigo y acaloramiento. Es el último cuadro, a las once y media se cena. Los reyes y demás invitados pasan al comedor algo agitados pero encantados de la vida. Al día siguiente se discute sobre lo adecuado o no de tan vertiginoso cuadro flamenco, se comenta la belleza de Candelaria y se llega a la conclusión de que quizá, acaso, a la señora de Iturbe (malagueña pero educada en el extranjero) se le fue la mano con el número final y fue la responsable de "calentar" demasiado a tan distinguida concurrencia.
Trinidad von Scholtz Hermensdorff,
retratada por Moreno Carbonero
(fuente: http://bibliotecavirtual.malaga.es/)
En diciembre de 1908 Candelaria celebra las navidades y se despide del año contratada por el salón Novedades de Sevilla, un café-cantante en el que su estilo flamenco encaja a la perfección. En Madrid a este tipo de locales no les puede ir peor en estos momentos. En octubre una ordenanza gubernativa prohibe los espectáculos de cante y baile más allá de las doce de la noche, prohibiendo incluso que se contrate a "camareras" que alternen con la clientela y hagan sus pinitos sobre el tablado. La medida pretende atender las protestas de numerosos vecinos de los citados cafés-cantantes, molestos en lo moral y en lo acústico. A la tercera denuncia, el local será clausurado. Según cuenta El Globo en su número del 3 de octubre de 1908:
"El Sr. Martos O'Neale ha cortado por lo sano, y de pluma y porrazo suspende el jolgorio en los tablados de los cafés cantantes. A virtud de esa orden, quedan sin ocupación de setenta á ochenta personas entre tocadores de guitarra, cantadores, bailadores de flamenco, boleras y cupletistas. El café cantante de Madrid se distingue muy mucho del genuino andaluz y flamenco de Sevilla, Cádiz y Málaga. En estas capitales no actúan camareras como aquí, en Madrid, y las artistas no aducían a consumir vino a los parroquianos, a menos que éstos las inviten. Además, tampoco tienen los artistas la obligación de quedarse en el establecimiento hasta las altas horas de la madrugada. Al terminar a las doce de la noche el espectáculo, se retiran. Si permanecen en el local, lo hacen voluntariamente. El gobernador, D. Antonio Barroso, que sin ruido ni perjuicios para nadie adoptó durante su mando tan provechosas disposiciones, ordenó que en los cafés cantantes de Madrid no hubiera camareras, y esto obligó a los dueños de los mismos a suprimir por completo el espectáculo de bailes y jipíos".
Café cantante andaluz de finales del siglo XIX con camareras, flamencos,
señoras descocadas, señores con patillas y jolgorio etílico generalizado
(fuente: 
commons.wikimedia.org)
La prohibición contribuye al ocaso de este tipo de local en Madrid, después de más de medio siglo desde que surgieran los primeros y tras el periodo de esplendor que vivieran a finales del siglo XIX, antes del advenimiento de los locales de variedades. Los cafés dejarán poco a poco de ser "cantantes" y tendrán, todo lo más, una pequeña orquesta con sordina o un pianista haciendo horas extras. Nuestra Candelaria, cupletista aflamencada y todoterreno, seguirá simultaneando los teatros con algún que otro café-cantante de su tierra, Andalucía. Está en la cúspide de su carrera y aún le quedan algunos años de fama y fortuna. Pero todo eso, en la próxima entrada.
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