La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

lunes, 26 de noviembre de 2012

LAS OTRAS: Antonia de Cachavera (II)

Antonia de Cachavera y otros miembros del elenco, en el escenario
de "Las Bribonas", concretamente en la escena XX del Cuadro V
El 10 de junio de 1908 se estrena en el teatro Apolo de Madrid, una obrita de género chico llamada "Las Bribonas", con libreto y letra de Martínez Viergol y música del maestro Calleja (sobre ella tenéis numerosa información en la red). El género chico, que se encuentra en su momento de máximo apogeo, se ha visto influenciado en los últimos años por la sicalipsis y en "Las Bribonas" se encuentra, probablemente, su máximo y más digno exponente. Siendo en su momento una obra influyente y de una calidad por encima de la media, aún se repone en la actualidad, a diferencia de otras muchas que se han perdido -algunas, merecidamente- en el mayor de los olvidos escénicos. Pero para este blog y la entrada que nos ocupa, es importante por lo que significó en la carrera artística de Cachavera.
Antonia, perfecta en su papel de Mademoiselle Margherite,
luciendo deshabillé y coquetos lazos en el Cuadro III
Después de estrenarla en el Tívoli de Barcelona, donde tuvo sus más y sus menos con la empresa, Cachavera pasa a formar parte de la compañía que la estrena en el teatro Duque de Sevilla, interpretando de nuevo a la (aparentemente) casquivana Mademoiselle Marguerite. Tiene tanta confianza en su papel y en la obra, que encarga su vestuario a una casa de modas parisina, gastándose en sus toilettes escénicas la friolera de 6.000 francos de entonces. Esta costumbre nos puede resultar chocante hoy en día pero en aquella época no era infrecuente que una artista llevase su propio vestuario a escena: seguir la última moda y vestir lujosamente no era algo que se incluyese en los presupuestos de las compañías de género chico, la mayoría de ellas modestas y algo toscas para los detalles.
Cachavera, Pepe Alfonso y Elias Herrero en la escena II del Cuadro III,
con Antonia en el deshabillé que luce en la foto anterior
Pero no todo es moda y apariencia. Antonia triunfa en "Las Bribonas" principalmente por su talento escénico, su habilidad innata para la comedia y su voz, pequeña pero bien modulada, con la que canta los "Cuplés de la modista", que se convertirían en un clásico del género y en la pieza insustituible del repertorio de la tiple. En la obra canta, baila, interpreta, luce palmito y ofrece al público, con la generosidad que siempre le fue característica, su personalidad abierta y desinhibida.
En el la escena VII del Cuadro I, Antonia junto a Rosita Viñas, Pepe Alfonso y
Elías Herrero, en el  número del baile inglés "Muy buenos días"
En el teatro Duque de Sevilla actuará con enorme éxito "la hermosa tiple madrileña Cachavera" durante unos tres meses, simultaneando "Las Bribonas" con otras obras, tales como "Certamen nacional", "San Juan de Luz", "La balsa de aceite", "La república del amor" (otro de los grandes éxitos del género chico) e "Imposible l'hais dejado" que, con tan chusco título, tuvo de imposible tanto el argumento como el éxito, resultando un enorme fracaso. La que no fracasa es Antonia, que creciéndose con la enorme fama adquirida, pide a la empresa del Duque un aumento de sueldo que, de nuevo, no consigue. Y, de nuevo, sale Antonia disparada de los escenarios sevillanos, buscando y consiguiendo trabajo como tiple en el teatro Principal de Alicante. Pero a Sevilla tiene que regresar, esta vez llevada por la irresistible llamada de su enésimo pleito.
Cuando Antonia sale escopetada de Sevilla, desaparece su serrano cuerpo pero queda allí la impresión de su elegante y bien vestida figura, con aquellos famosos trapitos franceses que le habían costado un españolísimo riñón. La empresa del Duque, tan tacaña como espabilada, decide copiar las toilettes y colocárselas a Amaparito Bori, la tiple que ha sustituido a Cachavera en su papel de Margherite en "Las Bribonas". La desvergüenza llega al extremo de incluir otro de los atuendos fusilados en la obra "La Brocha Gorda".
Amparito Bori en "La Brocha Gorda", postal que incluye la leyenda:
"Trage(sic) que motivó el pleito con La Cachavera"
Antonia se entera del apaño e interpone la correspondiente demanda en los tribunales de Sevilla contra la empresa del Duque, solicitando una indemnización de 5.000 pesetas que es, al parecer, lo que le pagó al modisto parisino. Teniendo en cuenta que anteriormente había declarado que el coste de los trajes había sido de 6.000  francos, o bien rebajó sus pretensiones ante la ley o el cambio de la época resultaba ventajoso a la peseta... caso raro, muy raro de creer. En fin, la justicia falla y lo hace a favor de Cachavera, quedándose la Bori compuesta y sin trajes. La carrera de la bella Amparito quedó asimismo en suspenso, sin ser culpable de nada que no fuera lucir su palmito con las toilettes diseñadas para otra. A la Bori volveremos más tarde, siendo como fue, una más entre las "bellas olvidadas".
La Bori, esta vez en "Las Bribonas", con idéntica
leyenda explicativa pero diferente trage(y de nuevo, sic)
Antonia continúa su carrera triunfal y, mientras hace temporada en Alicante, regresa brevemente a Madrid para actuar en el baile de la sociedad La Bagatela, celebrado el 10 de febrero de 1910 en el teatro de la Zarzuela. Vuelven a contar con ella tras el éxito obtenido el pasado año con su famoso traje de tul transparente, aunque este año decide enseñar menos y cantar más. Interpreta el cuplé del minino de "La república del amor" (no confundir con el morrongo de "Enseñanza libre", aunque en él se basa) y baila la machicha de "La carne flaca". Los títulos de género chico se suceden a tal velocidad que, a estas alturas, ya nadie sabe si es la república la flaca y el amor es a la carne. Aunque algo de todo esto había.
Escena de "La república del amor", con las señoritas
Sánchez Jiménez (Marioneta) y Manso (Soldadito)
Cuando termina en Alicante, después de un breve paso por Orán, es contratada por el teatro Máiquez de Cartagena y allí sucede algo que ya estábamos echando de menos: el alcalde decide clausurar el teatro (y de paso, otros locales del género ínfimo) a causa de los frecuentes escándalos que provoca Cachavera noche tras noche. Después de esto, y acostumbrada como está, continúa impertérrita sus galas veraniegas (los famosos bolos por provincias) hasta que regresa al escenario de una gran ciudad, esta vez Barcelona y en el teatro Gran Vía, que reabre como una "sucursal del Eslava" madrileño, especializado en género chico. En Barcelona residirá durante unos meses, convirtiéndose más adelante esta ciudad en su lugar favorito para actuar y para vivir, pero en la primavera de 1910 la volvemos a ver girando por España, actuando en el Principal de Málaga, el Máiquez de Cartagena (sí, el del penúltimo escándalo) y, de nuevo, el Duque de Sevilla.

Antigua litografía del Teatro Duque de Sevilla, ya derribado,
y que estaba situado en la plaza del mismo nombre
En Sevilla tiene Cachavera un público incondicional y, al parecer, había hecho las paces con la demandada empresa del Duque o bien, cosa nada infrecuente, la empresa ya era otra. En su escenario representa las obras "La cachunda" e "¡... Y cómo me pica!", título éste último merecedor de ser incluido en una antología, no se sabe si sobre la sicalipsis escénica o sobre dermatitis y otras alergias. Estas obras, desenfadadas y sin pretensiones, entusiasman a los espectadores sevillanos tanto como a los barceloneses, a los murcianos o a los madrileños. Si algo unía a los españoles de la época era su solidaria afición al género ínfimo.
"Os contaré un secreto: soy capaz de hacer cosas mucho mejores,
pues talento no me falta...", parece decirnos Cachavera
Pero Antonia no se conforma con la sicalipsis y el 10 de mayo de 1910 estrena en Sevilla un monólogo lírico titulado "La tiple", escrito expresamente para ella por el periodista Juan Antonio de Eguilaz. En este monólogo, cómico y crítico a partes iguales, con un cierto toque de lucidez y amargura, la Cachavera de rotundas carnes deja entrever un fondo sensible y vulnerable. La crítica se deshace en elogios pero, desafortunadamente, el monólogo no dura en escena más allá del tiempo necesario para otorgar cierto prestigio a la monologuista.
Pero el prestigio no es algo que dé de comer y a continuación Antonia regresa a Madrid, al Salón Madrid para ser más exactos (ese "antro de amoralidad" que tan bien funcionó durante el reinado de la sicalipsis), para actuar en programas de variedades figurando como "la verdadera creadora de la machicha", obviando así al inolvidable dúo de Las Argentinas, que fueron las auténticas creadoras. En el Madrid toma parte en un entremés titulado "Del baile al lecho", con la autoría reconocida -por increíble que parezca- de Huete Ordoñez en el libreto y el maestro Muñoz en la música. Quede como muestra del género esta breve descripción de lo que en escena acontecía: "...Cachavera ha hecho una auténtica creación en su picaresco papel de artista de varietés, y así cuando viene a su alcoba coquetona, del baile de disfraces, derrochando alegría y un tanto achampanada, como en los cuplés del "chupa-chupa" que corea el público mientras ella lanza bocanadas de humo, está inimitable". Todas las noches se agotan las localidades.
Las tiples de "La diosa del placer" durante el proceso:
obsérvese el sombrero de Cachavera, no lo había más grande y aparatoso
En junio de 1910, tres años después del suceso, llega el momento del juicio por "La diosa del placer". Si conocéis las entradas que al respecto están publicadas en este blog, poco más hay que añadir. Si no es así, aquí tenéis un breve resumen: después de tres años, el fenómeno de la sicalipsis en los escenarios españoles ha "evolucionado" de tal forma, que lo que en 1907 se consideraba el colmo de la desvergüenza es visto ahora como un entretenimiento inofensivo; si entonces las tiples fueron motivo de escándalo por ir en camisa, poco después se quitaron la camisa, más tarde se pusieron mallas y ahora ni eso. Nadie se ofende ya por un sensual garrotín cuando más tarde llegaría la machicha, con sus explícitos movimientos. Y así las tiples, los autores y el empresario son absueltos en un proceso que hoy definiríamos como mediático y que tuvo momentos francamente hilarantes (ver la foto de las artistas maniatadas).
Antonia, abajo a la derecha, y el resto de implicados en el proceso de
"La Diosa del placer", tiples y autores mezclados, que no revueltos
Antonia sale indemne de este caso, e incluso con su fama reforzada ya que el escándalo siempre le sentó bien a su carrera. Sigue actuando en el Salón Madrid con "Del baile al lecho" y "El último recurso", donde canta picarescos cuplés que son coreados por el entusiasta público. Pero Cachavera no sería lo que fue si no fuera por lo que era: una de las artistas del cuplé que más veces pasó por los juzgados y las comisarías de España.

Una tiple enfurecida y un empresario acongojado o cómo aprender a no mentar un impuesto para desfacer un entuerto

La noche del 13 de junio de 1910, estando ya próximo a finalizar su contrato en el Madrid, Antonia tiene un sonado encontronazo con el representante de la empresa, el sufrido Sr. Hernández. Cierto es que tan sólo se conoce la versión del empresario, ya que éste se encargó de difundir un comunicado en prensa exponiendo su punto de vista como víctima de la "feroz" Cachavera. Y esta parcial versión de lo ocurrido, a falta de otra, es la siguiente: aquella aciaga noche, y por razones que se desconocen, Antonia decide unilateralmente alterar el programa e incluir en la función números no dispuestos por la empresa. Como era de esperar, el número es el que se forma tras el telón, con el público impaciente sentadito ya en sus butacas. El Sr. Hernández se niega a cambio alguno, Antonia amenaza con largarse y Hernández se ve obligado a recurrir a la autoridad competente que se encuentra en el local, pero ni empresario ni autoridad logran doblegar a la indómita cupletista. Ésta pide su finiquito, Hernández le dice que, bueno, pero que le tiene que descontar un cinco por ciento del impuesto de utilidades, ya que con Hacienda -entonces, como ahora- no se juega. Antonia monta en cólera "en forma incorrectísima, verdaderamente soez".
Cachavera o el azote de los empresarios,
siempre según la versión de éstos últimos
La escandalera ha llegado hasta el público, la cosa se pone fea y la policía se lleva a la desatada Antonia, una vez más, a comisaría. Pero la tiple no se da por vencida y a continuación demanda a la empresa del Salón Madrid por el impago de su sueldo durante los veinte días que ha estado allí actuando. El Sr. Hernández no da crédito y cuando se repone del soponcio inicial demanda a Cachavera por incumplimiento de contrato. Y consigue demostrar el pago religioso de la empresa a la artista de todos y cada uno de los días en que ésta actuó en el Salón Madrid, "exactamente uno por uno", según sus propias palabras, presentando los correspondientes recibos.

Conclusión: Hernández no tuvo nada que pagar, Cachavera pagó lo que debía y Hacienda, una vez más, se quedó con su parte sin que en ningún momento le fuera discutida. Entonces como ahora.

Quedándose en nada, o en muy poco, el enésimo choque de Cachavera con los empresarios de variedades, y aprovechando que ya ha comenzado la temporada estival, decide la tiple hacer una pequeña gira que le lleva al Cómico de Huelva y al Teatro de Verano de Melilla, entre otros. Por increíble que parezca regresa al Salón Madrid durante unos pocos días, formando parte de un espectáculo de variedades. No impone condiciones ni es figura de cartel, limitándose a ser una más del elenco, calladita y obediente como la que más. Después es contratada, muy ventajosamente, por el Teatro Lópe de Vega de Valladolid donde es premiada por su buena conducta con interesantes papeles en "La corte de Faraón" y la opereta "El conde de Luxemburgo" junto a su vieja conocida, Ascensión Méndez y el prestigioso Enrique Palacios. En este teatro, y como tiple, actuará durante una larga temporada.
Antonia escondía, tras su apariencia elegante y sosegada,
una personalidad hecha para el pleito y la demanda
Todo parece ir bien hasta que, con fecha del 19 de diciembre de 1910, el nombre de Antonia de Cachavera y Aguado ("coupletista, mayor de edad, sin vecindad fija y que se halla en rebeldía") aparece en el Diario Oficial de Avisos por su incomparecencia y condena posterior en el juzgado del distrito de Palacio de Madrid. Todo ello motivado por una deuda de 850 pesetas contraída con el escribiente Nicanor del Castillo y Rodríguez, en concepto de no sabemos qué. Antonia, en paradero desconocido, es condenada y se le insta a pagar esa cantidad, más costas, intereses y otras cosicas, a pesar de haber hecho declaración previa de pobreza. Algo difícil de creer por parte del ilustre juez, don Adolfo Suárez, ni por don Nicanor, ni aún tocando el tambor.
Antonia, en un evidente estado "interesante"
que ni la túnica de corte imperio podía ocultar
Respecto a la vida privada de Cachavera poco os he contado ya que fue, paradójicamente, una de las artistas más discretas y celosas de su intimidad de los tiempos del cuplé. Así como no le dolían prendas a la hora de actuar, de demandar, de discutir o de lucir exagerados sombreros, en lo que se refiere a su vida privada Antonia se convertía en una criatura recatada, casi gris de tanto querer pasar desapercibida. Sin  embargo vida privada tenía, claro está, y fue sin duda tan poco convencional como su temperamento. Tuvo varias parejas, con o sin papeles por medio, siendo una de las más conocidas la que formó con su representante Antonio Díaz. Con él compartió, al menos, un hijo y no pocos pleitos. El más sonado de los cuales fue el motivado por un contrato en Cuba que artista y representante incumplieron. La excusa fue la del embarazo de Cachavera, en febrero de 1911 a punto de dar a luz, siéndole por tanto imposible embarcarse para La Habana. Sin embargo, el embarazo no impidió a la pareja cobrar las 1.700 pesetas que los empresarios Santos y Artigas les habían adelantado para los gastos del viaje. Estos empresarios, establecidos en Cuba, envían como intermediario al artista José Toresky para que visite a la pareja e intente convencer a Díaz del pago de su deuda, pero éste alega reveses familiares, el embarazo de Antonia, etc, disculpándose por todo ello y prometiendo pagar lo que debe.
Toresky era un transformista, un actor cómico que cambiaba
de personaje para contar diferentes historias
Este pago no se realiza nunca y la pareja es demandada, ya que ambos firmaron el recibo de la discordia. A raíz de este suceso conocemos un dato que resulta inquietante: Antonio Díaz tenía ya fama de informalidad, no era precisamente el más honrado de los agentes artísticos y, lo que es peor, nadie se fía ya de él ni en éste ni en otros asuntos. Mientras tanto, en Cuba solicitan artistas de variedades, comunicando a los interesados que serían bien acogidos ventrílocuos, duetistas, pantomimístas y excéntricos, pero que no es buena época para coupletistas y bailarinas. La informalidad de Cachavera ha dejado mala impresión en la isla.
Los excéntricos ingleses The Pantos, bailarines y acróbatas,
tuvieron un gran éxito con su número de variedades
Antonia se ha afincado en Barcelona, en donde a partir de ahora tendrá diferentes domicilios, siempre alrededor de la zona del Paralelo. De hecho será en Barcelona donde se desarrollará mayoritariamente su carrera artística, actuando en los primeros tiempos sobre todo en el Edén Concert y la Gran Peña. En estos locales simultaneará obras de contenido marcadamente sicaliptico, como las ya conocidas "La cachunda" y "La noche del rompimiento", junto a otras nuevas -pero igualmente olvidables- como "Amor de viejo", "¿Traes el chisme?", "Teodomiro no tiene nada" y "La presa". De todos modos, y siempre y cuando la empresa se lo permite, incluye en su repertorio alguna obra de mayor calidad como la zarzuela "La reina del molinete" o sus queridos monólogos, en los que se maneja con soltura entre lo cómico y lo melodramático. Aunque realiza grandes esfuerzos en sentido contrario, es en Barcelona donde se remata su conversión en la "reina de la sicalipsis", convirtiéndose el nombre de Cachavera en un sinónimo del género. A pesar de su manera libre de ver la vida, tiene que ver cómo incluso los más progresistas ponen en juicio sus costumbres y su estilo: en la publicación "Vida socialista" se critica a la cupletista veladamente, considerando que su talento es auténtico pero que "si no se le vendiesen obras, se purificaría el ambiente...".
La cupletista italiana Circasiana Fini en la época
en la que compartió escenario con Cachavera
Cada vez que Antonia abandona el Edén Concert para hacer algún bolo, en Barcelona se da por desaparecida la sicalipsis, al menos momentáneamente. Aunque no suele ser cabeza de cartel, tiene un público incondicional muy característico (es decir, algo golfo), que sabe perdonarle sus pequeñas deserciones. Durante el año 1912 compartirá escenario con cupletistas como la Bella Nena (estrella de fugaz paso), Angelita Solsona y Circasiana Fini, estas dos últimas consideradas como artistas "serias" dentro del género del cuplé, con grandes voces, versatilidad en la interpretación y decentísimas toilettes. Cachavera es... otra cosa. Cachavera es Cachavera y en la siguiente entrada veremos como el escándalo sigue acechándola, sin que su fama merme ni su inquebrantable voluntad se tambalee. A pesar de las multas.

viernes, 9 de noviembre de 2012

LAS OTRAS: Antonia de Cachavera (I)

La Cachavera en su espléndida juventud, pícara y sugerente,
fue llamada, no sin razón, "El diablo con faldas"
La figura de Antonia de Cachavera, "La Cachavera", es una de las más emblemáticas y, al mismo tiempo, una de las más inclasificables de la historia del cuplé. En todas y cada una de sus múltiples facetas, como cupletista, tiple, actriz cómica o seria, bailarina sicalíptica, stripteuse, empresaria, madre abnegada o adicta a los pleitos, puso incansable empeño y empleó energías dignas de las más titánicas empresas. Considerada en su época como una belleza prototípica, este físico privilegiado fue su luz y su sombra: los críticos siempre esperaron de ella mayores logros debido a su natural talento pero se decantó por el género ínfimo en su faceta más cruda y no quiso -no pudo o no supo- ganarse de otra manera las pesetitas necesarias para mantener a su abultada prole. Trabajadora incansable, como tantas otras bellas del cuplé, no obtuvo reconocimiento en su época y del tiempo sólo ha sacado, como otras tantas, olvido y desprestigio. Ha llegado el momento de sacar de tan inmerecidas sombras su desdibujada figura, trayendo de nuevo, bajo la intensa luz de sus amados focos, la espectacular peripecia vital de tan insólita diva.

Antonia de Cachavera, tiple, bailarina y cupletista

(Nota previa: una parte importante de la información biográfica que aparece a continuación, sobre la familia, amistades y fecha probable de nacimiento de Cachavera, se deben a la ayuda de un anónimo lector de este blog, que ha tenido acceso a la mejor de las fuentes: las notariales. Espero que me de su nombre, para poder hacerle un más personal agradecimiento por su valiosa contribución).
Pocas cosas se saben a ciencia cierta sobre Cachavera, y sobre aquellas que por más ciertas podamos tener se ciernen las sombras de incertidumbre que en su momento sembrara -al parecer, con éxito- la propia interesada. Antonia de Cachavera y Aguado nació en Madrid antes de 1883, fecha de la muerte de su madre, Micaela Aguado de la Sierra (hermana del célebre arquitecto Miguel Aguado de la Sierra). Antonia siempre se quitó, como mínimo, tres años cuando no seis o siete con respecto a la fecha real de su nacimiento. Lo que si es cierto es que pertenecía a una familia de cierto abolengo y recibió una educación todo lo exquisita que se podía esperar de su situación acomodada. Vivía la familia en la calle de la Ballesta número 13, por entonces todavía no perteneciente a lo que después se convertiría en el barrio más golfo de Madrid. El padre, Higinio de Cachavera y Pascual, aparece en diferentes informaciones ora como magistrado ora como ilustre arquitecto, siendo esto último lo más probable. En cuanto a la madre, doña Micaela, era hermana o prima hermana de Remedios de la Gándara y Aguado, marquesa de Casa Iglesia por su matrimonio con el marqués, Guillermo Rancés y Esteban. Un tío, no se sabe por parte de quién, fue obispo de Granada y una hermana de la cupletista  se hizo monja en las Esclavas del Corazón de Jesús. La misma Antoñita recibió una esmerada educación, estudiando en las Ursulinas todo aquello que las niñas de buena familia debían saber en aquella época, no mucho, pero todo muy decente. Amigo de la familia fue el maestro Barbieri, que seguramente influyó en las tendencias artísticas de una jovencísima Antonia.
El futuro "diablo con faldas" estudió provechosamente
en las Ursulinas, recibiendo consejos de virtud y recato
La niña es aplicada aunque algo traviesa, recibe lecciones de canto, piano y baile, declama en prosa y verso ante las amistades y tiene todas las papeletas para ser un buen partido: es guapa, muy desarrollada para su edad y con las redondeces que la moda pide. Su carita redonda, de sanos colores, y una abundante cabellera castaña hacen olvidar una nariz demasiado ancha, defecto del que más tarde sabrá sacar provecho. Sólo una cosa empaña tanta perfección: la niña quiere ser artista, algo insólito dada su educación y posición. Como no puede ser de otra manera, su familia se opone y ella se siente algo asfixiada.
Cachavera, con traje serio y elegante, tal y como
correspondía a su educación y posición social
Todo aparentaba normalidad y bienestar en la familia Cachavera-Aguado, pero lo cierto es que las cosas no eran ni mucho menos lo que parecían ser. En diciembre de 1904 don Higinio es demandado por la cantidad de 3.000 pesetas por parte de un tal José García y Navarro. La economía familiar se ve resentida por las deudas del padre, hombre con poca suerte y acaso algún que otro vicio. En 1907 la niña (ya no tan niña) toma una decisión sorprendente que esconde una verdad incómoda: se escapa de casa para comenzar su carrera como artista, por vocación, pero también huyendo de una situación económica cada día más desesperada. De hecho, un año antes le ha sido embargada una finca, con hotelito incluido, en la madrileña calle de Eloy Gonzalo, acaso proveniente de alguna herencia. Las deudas familiares les han empobrecido, Antoñita ya no es tan buen partido.
Y así la señorita Cachavera, de buena familia y excelente educación, comienza a buscar trabajo en el mundillo teatral, y como todas las otras chicas (de familias más humildes y educación menos esmerada) encuentra su oportunidad en el floreciente mundo de las variedades, en su vertiente más sicalíptica. Tiene suerte y a finales de enero de 1907 ya está trabajando en el Price de Madrid, en un cartel en el que aparece Fornarina como figura principal, cantando el cuplé de "La llave" y su celebérrima machicha.
La deliciosa Fornarina en 1907 era ya una primera figura
del cuplé en España, a punto de partir hacia París
Pepita Sevilla compartió con Cachavera escenarios sicalípticos,
escándalos varios y no pocos procesos judiciales
En el recientemente reformado teatro-circo de la Plaza del Rey se reponen unas obritas del género chico alegre, es decir, sicalíptico: "La Arabia feliz" (poco feliz, según la crítica), "Enseñanza libre", "El corsé de Venus" (que, literalmente, borda Pepita Sevilla), "Miss Full" y "Venus Salón" (en la que actúa Fornarina). En "La Arabia feliz" tiene su oportunidad de lucimiento Antonia, que se convierte en el único aliciente de tan mediocre apropósito. La compañía del Price, tildada ácidamente por la crítica de "cómico-lírica-piernográfica", está formada por bellezas a la moda: jovencísimas, rebosantes de carnes y con poquita vergüenza a la hora de enseñarlas. Cachavera triunfa ya que reúne todos estos requisitos y alguno más, no en vano su capacidad vocal le sitúa en la zona de las tiples de zarzuela. Comienza los ensayos de una nueva obra, "La diosa del placer" y Cachavera (junto a sus compañeras de cartel) cumple sobradamente las expectativas en ella puestas. Os remito a las dos entradas sobre esta obra y sus consiguientes consecuencias, en los siguientes enlaces de este mismo blog:

http://consuelitoyotrasbellasdelcuple.blogspot.com.es/2011/01/intermedio-la-diosa-del-placer-i.html
http://consuelitoyotrasbellasdelcuple.blogspot.com.es/2011/01/la-diosa-del-placer-vista-desde-una.html

Después de la prohibición de "La diosa del placer", y como ideas no le faltaban ni a Cartolano ni a los otros empresarios de variedades, a continuación se anuncia en el Price un concurso de machichas, cuyo primer premio consiste en 1.000 pesetas, un dineral para la época. El público debe apostar por su pareja favorita, entre ellas las formadas por Pepita Sevilla con Elvira Lafón y Cachavera con Rosario Tordesillas. Las parejas cambian, según la noche y la disponibilidad de tiples. El concurso es tan sólo un reclamo para el público masculino, ya que el baile de la machicha es considerado, junto con el garrotín, el más atrevido de la temporada. Los orígenes del baile son oscuros: argentino o brasileño, con toques caribeños y un cierto atrevimiento parisino, una mezcla de muchas cosas con atuendos de fantasía inspirados en el Caribe o en cualquier lugar del sur de América o de España. En fin, una excusa tan buena como otra cualquiera para bailar sicalípticamente...
Antonia Cachavera y Marina Navarro bailando la machicha
Pepita Sevilla y Elvira Lafón y su versión del mismo baile
La machicha del Price dará que hablar durante mucho tiempo ya que provocará un escándalo más de aquellos irrepetibles tiempos del cuplé: disparatado, divertido, excesivo y algo chusco. Procuraré resumir, no será fácil.

El escándalo de la machicha del Price o cómo un empresario nunca aprende y una tiple no escarmienta

El 24 de febrero de 1907 actúan en el Price, como cada noche, Antonia de Cachavera y Pepita Sevilla bajo la dirección de Cartolano. Recientemente imputados por "La diosa del placer" y apercibidos por la autoridad competente, se han visto obligados tanto el empresario como las artistas a bajar el tono de los números más atrevidos. En uno de ellos, correspondiente a "La Arabia feliz", las chicas bailan una machicha (o matchicha), "baile de color harto subido" que recientemente han puesto de moda en España la pareja de baile Las Argentinas, en el teatro Eslava.
Las Argentinas, la italiana Olimpia D'Avigny y la bonaerense
María Cores, ejecutando su atrevida matchicha
Todo va bien, más o menos, hasta que el público -recordando la picardía del garrotín de la diosa- pide a voz en grito un poco más de movimiento o descomedimiento por parte de las bailarinas. En ese momento se encuentra en el escenario la Sevilla que, escamada por el comportamiento del respetable, hace un "ademán indecoroso" (pongamos que un corte de mangas o una peineta) dirigido al ya soliviantado personal. Para qué quieres más... se monta un follón que ríete tú de la guerra de Cuba. Dentro del teatro, como es de rigor, se encuentra un teniente de seguridad de tiesos bigotes, el Sr. López Salgado, con su correspondiente cuerpo de guardia. La escandalera alcanza tales proporciones que los guardias sacan los sables, la emprenden a golpes con el público, amagan con ensartar a los más violentos y consiguen desalojar el local. En la calle, no obstante, se sigue repartiendo estopa. Lo siguiente es lo de siempre: detienen a la Sevilla y a algún que otro gallito soliviantado. Y como siempre, acaban en la comisaria, esta vez la de Hospicio. La obediente Pepita (vestida como podemos ver en la fotografía de más arriba) se dispone a pasar la noche en el calabozo. A eso de las cuatro de la madrugada Francisco Cartolano, el sufrido empresario del Price, aparece en la comisaria con las 400 pesetas que se piden de fianza. Libera a su artista y se la lleva a casa, con el lazo chafado y el ánimo decaído. De momento, nada pasa, pero la cosa no va a quedar ahí, ni mucho menos. No sólo la Sevilla ha salido perjudicada de la escandalera: la empresa es multada con 500 pesetas, la obra se prohíbe, el local se clausura preventivamente y ¡se denuncia a Cachavera por bailar "demasiado alegremente"! ¿No quedamos en que el problema era, precisamente, la falta de "alegría"?
La  Cachavera en pose clásica, ocultándose tras una columna,
temerosa de ser detenida por su excesiva alegría
Unos días después comparecen Pepita y Antonia ante el Juzgado del distrito de Hospicio. La primera se declara inocente de haber realizado ningún gesto inconveniente ya que tan sólo estaba llamando a su compañera para que saliese a escena, en vista de lo que el público solicitaba. A continuación declara Antonia y con pocas palabras (ella era muy escueta) desbarata la versión de Pepita: imposible que la estuviese reclamando, ya que se encontraba justamente en el lado contrario, en el foro de la izquierda, junto a los bastidores. Además, ella no tiene que salir a escena porque una compañera le llame, ni ser llamada por nadie, ya que sólo la música marca sus entradas. Como se ve, no reina entre ellas precisamente el compañerismo y la armonía, pero la explicación es mucho más sencilla ya que Antonia, simplemente, está diciendo la verdad. Ya bastante tiene con la denuncia que le han puesto por sicalíptica, si además la pillan por mentirosa, entonces no se libra del calabozo. A continuación declara el teniente de seguridad y ratifica la declaración de Cachavera: él no vio en el ademán de la Sevilla ninguna llamada a una compañera, más bien una llamada a la rebelión de las masas. Aclara también lo de sacar los sables, ya que tuvieron que detener por la fuerza a los exaltados espectadores que amenazaban con subir al escenario y llevarse a las tiples. Al final todo se queda en lo de siempre, es decir, apenas nada. Se imponen (y se cobran) multas, se reabre el local, el público y las tiples se comprimen durante una temporada y el marqués de Vadillo se toma una tila. Otra más.
¡Ah, la tila! ¡Cuánto bien hizo en los tiempos del cuplé!
Conclusión (aparecida en un periódico de la época): "Mandaría a la empresa del Price que no dejase de poner en los carteles diariamente esta coletilla: Si el público pide matchicha acentuada, los guardias le suministrarán un calmante de evidentes y eficaces resultados. Se suplica el árnica".
Y el árnica, sin duda, el árnica también...

Después de tanto escándalo y tanto juzgado, el Price decide reabrir a mediados de marzo de 1907, inaugurando su tercera temporada con nueva compañía, más acorde con la moral y las buenas costumbres. Dirigida por el Sr. Armengod, famoso por sus comedimientos escénicos, se estrena "El soldado de San Marcial", obrita casta, pura y de entretenimiento familiar. Resulta un fracaso. Todo el mundo echa de menos la machicha de Cachavera. Mientras tanto ésta asiste, junto a sus compañeras y además amigas, la Méndez y la Rosales, al estreno en el Cómico de una obra pretendidamente sicalíptica, "El Paraíso de Mahoma". Asisten desde un palco, atónitas, a la representación. Cuchichean, se hacen cruces, se entristecen. Al salir hablan con los críticos teatrales y éstos, contritos, escriben en sus rotativos al día siguiente: "La sicalipsis ha muerto". Tanto decreto, tanto estricto gobernador, tanto teniente que tira de sable han conseguido, al fin, convertir el género ínfimo en una cosa mediocre e insípida. Pero no tienen razón en una cosa: la sicalipsis no ha muerto, sigue vivita y coleando dentro del cuerpo retrechero de Cachavera y otras como ella. Ya se encargarán de resucitar el género en muy poco tiempo. Mientra tanto, Cachavera consigue un contrato en Barcelona, ciudad con un gobernador algo más tolerante hacia el género ínfimo. La tiple se encuentra lejos de Madrid cuando sucede allí algo que le afecta profundamente, de una forma personal: un hermano suyo es detenido, junto a un compinche, acusado de haber estafado un mantón de Manila tasado en 1.500 pesetas al dueño de una casa de préstamos de la calle Amor de Dios. Desgraciadamente se trata de la primera de unas cuantas tropelías que, a lo largo de los años, irá cometiendo el extraviado hermano de la cupletista.
Cachavera, ajustándose o desajustándose el mantón (no se sabe)
mientras piensa en cómo resucitar la sicalípsis
Antonia regresa a Madrid contratada por la sala Parisiana, cuya empresa "sabiendo los deseos de una gran parte del público elegante de Madrid, del bello sexo, que no pueden asistir a los music-halls" ha decidido  hacer la fiesta de la Asociación de la Prensa con vedettes de las variedades como Amalia Molina, Fornarina, Nieves Gil, Malaguita,Candelaria Medina, las Olivares, la Negrita y, cómo no, Cachavera. Ésta canta sus cuplés, con su voz elegante y educada, luce un atuendo esmerado y baila una machicha "con todo el sabor pero sin exageraciones que puedan molestar a los detractores de este baile". Los empresarios se fijan en ella, llevados en parte por su fama tras los escándalos en Price pero también, y sobre todo, por su contundente presencia escénica, ya que no es sólo una cara bonita sino que también sabe cantar y actúa con graciosa desenvoltura. Se dice que va a ser contratada por el Eslava para reforzar la compañía de Julia Fons, tiple fina que no perdía la compostura ni cuando cantaba el cuplé de "La regadera". Al final, Cachavera no es contratada, pero sí algunas chicas provenientes de las filas del género ínfimo, en lo que público y crítica consideran como un giro hacia la sicalipsis por parte del teatro del pasadizo de San Ginés.
Cachavera, elegante, dulce y discreta, apta para
el público "del bello sexo" que no podía ir al music-hall
Antonia hará su gira por provincias, triunfará en Lisboa, volverá a Barcelona (donde empieza a ser enormemente popular) y vivirá estos primeros tiempos profesionales con gran intensidad. Ha triunfado desde el primer momento y su figura no ha sufrido, todavía, el descrédito que el género que cultiva le traerá más adelante. Es considerada más como una tiple que como una cupletista, aún cuando cuplés cante cuando así se tercia. Su belleza juvenil no pasa inadvertida y ella sabe cómo emplearla. Sin embargo, desde el principio, tuvo fama de inaccesible para los caballeros. Su sentido de la moral no era el que de su educación podría esperarse pero, a su manera, fue una mujer tremendamente fiel, monógama, decentísima y tradicional, siempre avant la lettre, adelantándose a su época en muchos aspectos. Sigue teniendo relación con su familia (su padre va de susto en susto, pero se va acostumbrando) y mantiene a raya a los admiradores más insistentes. Tras su físico incitante se esconde una viva inteligencia que, de cuando en cuando, se deja entrever a través de sus ingeniosas salidas. Toda una compleja personalidad.
Antonia de Cachavera podía ser la más elegante y
delicada entre todas las tiples...
... o la más descocada de las cupletistas de su época
Comienza el año 1908 triunfando en el Lírico de Madrid donde, tras bailar una de sus machichas, es sacada en hombros del teatro por un público enfervorizado, que se la lleva a la calle entre aclamaciones toreras. En febrero es noticia por demandar a una costurera por un asunto menor pero de cierta jugosidad: al parecer, Cachavera había traído de Lisboa un bonito cuerpo (o corpiño) de seda color vino de Burdeos pero, siendo la comida española de más fundamento que la portuguesa, Antoñita engorda y necesita hacerle al cuerpo (el de seda) una ampliación que lo ajuste a sus nuevas formas. Se lo lleva a una costurera y, cuando va a recogerlo, se encuentra con que no hay cuerpo, ni grande ni pequeño ni nada. Al parecer, la costurera se lo había vendido por una buena cantidad a un admirador de la tiple, al que bien podemos considerar un tanto fanático cuando no fetichista. Con lo del "cuerpo de la Cachavera" hubo en Madrid chufla durante una corta temporada.
Por lo demás, el año 1908 resultará tan triunfante como agotador. Es contratada por la sociedad Lageded para el baile de máscaras que celebrará en el Lírico, junto a otras estrellas de las variedades como Julia Esmeralda, las Hermanas Celis, la Bella Oriental, Candelaria Medina, Amalia Molina y Las Pilarcillas. Como estrella indiscutible se presenta a la bailarina Paz Calzado (recién llegada de París) que interpretará junto a un grupo de ocho chicas más un descocado y desenfrenado can-can. En cuanto a Cachavera, bailará con su compañera Palmira su no menos descocada -aunque no tan desenfrenada- machicha. Su triunfo es tan apoteósico que es contratada a continuación por otra sociedad, la Bagatela, para actuar en el baile que celebrará en la Zarzuela. Allí lucirá su famoso traje de tul negro, sobre mallas ceñidas de seda marfil, que será uno de los hitos de su carrera.
El traje del baile de Bagatela es uno de los más impactantes
de la historia del género ínfimo español
Cachavera vuelve a Barcelona donde decide dar clases de canto con Caridad Herrera, ilustre profesora tanto de una soprano como la Paretto como de una tiple como Antonia. Y con la lección bien aprovechada, debuta ésta en el Tívoli dentro de la compañía de Pepe Moncayo en las obras "San Juan de Luz" y "Las bribonas". Dura poco (no llega a los dos meses) en esta compañía debido a diferencias surgidas con la empresa ya que, al parecer, pide una mayor retribución y no consigue otra cosa que ser sustituida por la tiple Conchita Sánchez-Bell. Pero no será en vano este paso por el Tívoli ya que esta obrita, "Las bribonas", le dará a Cachavera la fama y casi la fortuna que tanto ansía.
Como "Las bribonas" se merecen, por muchos motivos, una larga explicación, déjolas junto a una espléndida Cachavera para la siguiente entrada sobre su vida y obra. No os lo perdáis, no tiene desperdicio.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...