La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

martes, 24 de mayo de 2011

LA FORNARINA XIV: Tiempos de guerra

Fornarina a los treinta años era ya considerada
por algunos
como una artista "bien conservada"

Como ya hemos visto en el anterior capítulo, la vida de Fornarina termina 1913 bajo tres importantes premisas: una todavía exitosa carrera que comienza a dar síntomas de decadencia, la estruendosa ruptura con Cadenas, de efectos negativos tanto en lo personal como en lo profesional y sus graves problemas de salud, aún ignorados pero ya muy evidentes.
Pero 1914 le da un respiro y no todo serán tristezas. Sin saber muy bien cómo ni por qué, Consuelo y Cadenas se reconcilian (ellos serán los primeros sorprendidos) y vuelven a vivir juntos en el modesto pisito alquilado de París. Este reencuentro, que será breve, se realiza gracias a la intervención de amigos comunes que consiguen el perdón de Cadenas, pero sobre todo a esa especie de fatalidad que unió sus destinos hasta el final. Esta vez la ruptura no es traumática y la relación acaba definitivamente más por aburrimiento, desilusión o desinterés que por celos o achares.
Al menos en apariencia seguirán siendo buenos amigos y, lo que es más importante, su relación profesional no se ve afectada y Cadenas continúa ejerciendo sus funciones de letrista y adaptador de los temas de Consuelo. A ésta, trabajo no le falta y continúa cumpliendo con sus contratos fuera de España, aunque ya desde el año anterior el número de estos contratos en el extranjero haya ido disminuyendo, en parte por su voluntad de bajar el ritmo y empezar una lenta retirada de los escenarios, en parte por la pérdida paulatina del favor del público, siempre deseoso de novedades e ingrato por naturaleza. Durante estos últimos años han empezado a imponerse otros ritmos muy diferentes a los del cuplé, no menos populares que éste y más bailables, como son el tango argentino o el cake-walk.

El tango argentino causa auténtico furor en la España
de 1914,
como espectáculo o como baile de sociedad

Consuelo era una mujer reflexiva y cauta, al menos en lo que a su carrera se refería, y nunca se hizo ilusiones a lo Norma Desmond(1) sobre su fama y el favor de su público. Al fin y al cabo, no se puede ser una estrella eternamente y a sus apenas treinta años ya había quien cruelmente comentaba "lo bien que se conserva todavía la Fornarina". Deseosa desde sus comienzos de ganar el dinero suficiente para comprarse el hotelito y tener un buen pasar en el futuro, se encuentra en este año de 1914 con una circunstancia que todavía no es la ideal pero que, con un poco más de esfuerzo, puede llegar a serlo a medio plazo. Asegura por estas fechas a un periodista que con el hotelito y una renta mensual de dos mil pesetas se daría por satisfecha, ya que sus gustos son modestos -las joyas son solo una inversión- y nunca ha tenido aficiones caras.
La suerte le acompañará a su regreso a Madrid después del impass de su breve reconciliación con Cadenas. Encontrará refugio a sus pesares y será éste un refugio sólido y palpable: nada más y nada menos que bajo la forma del ansiado hotelito.

Este hotelito de 1914, en la Ciudad Lineal, no debía ser
muy diferente
del de Fornarina: sencillo, "coqueto" y con un pequeño jardín

La manera en que su sueño se hizo al fin realidad se conoce, a medias. Poco aparece en la prensa de la época al respecto como no sea alguna rara foto o las breves descripciones que acompañan algunas de sus últimas entrevistas. Se sabe dónde estaba situado (en el número 4 de la calle María de Molina), cómo era su reducido y sencillo jardín (repleto de rosales y árboles frutales) e incluso su decoración interior (recargada en maderas oscuras y tapices, al gusto de la época), pero nada se sabe sobre el dato más importante de todos: quién lo pagó.
Y es que Fornarina no era su propietaria, aunque tampoco exactamente su inquilina. Se trató de la donación de uno de sus mejores amigos y admiradores, un hombre adinerado y generoso cuyo nombre no aparece en ninguna de las biografías o reseñas de la cupletista. No resulta difícil imaginar el porqué.

Fornarina anunciando el proyector
casero KOK
de los Hermanos Pathé, en el jardín de su hotelito

Consuelo siempre presumió de independiente y de no haber claudicado ante ninguno de los millonarios que pusieron a sus pies sus fortunas, más o menos cuantiosas, a lo largo de su exitosa carrera. Al parecer el generoso amigo que puso a su disposición el deseado hotelito no pidió en contrapartida ningún tipo de compromiso por parte de ella. El comportamiento de este caballero misterioso fue, como ya veremos más adelante, tan excelente como discreto hasta el final. No se puede negar que, al menos, Fornarina tuvo buen criterio a la hora de elegir al que sería su protector.

Fornarina extasiada ante la visión
de
la
lámpara incandescente "Z"

Ya tiene el hotelito, pero está empeñada en conseguir con su propio esfuerzo las dos mil cucas mensuales que asegurarán su futuro de rentista. No hay más remedio, hay que seguir trabajando, y no necesariamente encima de un escenario. Desde 1910, el año de su eclosión como estrella internacional, Consuelo ha venido haciendo campañas publicitarias -a la pintoresca manera de la época- para diferentes marcas y productos, especialmente de belleza. Pero es en este año de 1914 cuando parece empeñada en anunciar prácticamente todo lo que se le ofrezca: bombillas, chocolates, perfumes, somieres, proyectores caseros de cine, etc.

Cromo de Fornarina para la publicidad
de una fábrica de "sommiers"

Pero lo suyo es la escena y así vuelve a ser contratada en el madrileño Apolo, donde debuta el 1 de mayo con los mismos miedos e inseguridades de la primera vez. Esta vez esconde un as en la manga, que ella misma desconoce, y estrena "El último cuplé" -con música de Berlin y Snyder y letra adaptada por Cadenas-, que obtiene un gran éxito, de hecho su último gran éxito.
Este cuplé sentimental a ritmo de ragtime, es más que una canción: es una premonición, una especie de melancólica despedida, tanto más triste ahora que ya sabemos hasta qué punto fue realmente su último cuplé.

En mi país, en mi país,
lejos, muy lejos de París, sí,
un rincón tendré, que cuidaré
para reposar
y descanso buscar.
Y cuando ya un día yo,
como un juguete que pasó,
al olvido el público me dé,
cuando cante mi último cuplé...
En mi país, en mi país,
mi canción os cantaré.

(Podéis encontrar la letra completa en la página de Repertorio de Fornarina de este blog).

Hasta junio Fornarina seguirá actuando en el Apolo, siempre como principal reclamo y con gran éxito. En el cartel aparecen obras tan dispares como "El amigo Melquiades", "El motete" o "El sueño de Pierrot", tras de las cuales una encantadora Fornarina sigue haciendo las delicias de su público. La fórmula sigue funcionando como antes, pero este público entregado advierte en la cupletista una languidez hasta entonces desconocida en ella. Ya no es alegre y simpática sin más. Su belleza ha adquirido un matiz más interesante y menos ingenuo. Surgen los comentarios sobre su adicción al opio, se dice que es a causa de sus conflictos sentimentales, hay quien aventura problemas de salud... y todos tienen razón.

Fornarina en uno de sus mejores retratos, con aquel aire
de lejana tristeza tan característico de sus últimos años

Pero Consuelo, inasequible al desaliento, continúa trabajando sin que ninguno de sus problemas le impida seguir cumpliendo sus contratos. El 6 de mayo interviene, por primera vez, en el "31º vermouth de gran moda", gala de exótico nombre e inescrutable significado que al parecer unía música, elegancia y bebidas espirituosas bajo el mismo techo y a la misma hora (la del aperitivo, se entiende). El 27 de mayo se celebrará el vermouth número 34, así que suponemos que la fórmula obtuvo una gran acogida por parte del público. Al menos, alegres sí salían del teatro.
El "vermouth" era una de las bebidas alcohólicas
más populares de la época

La Fornarina de inquietudes intelectuales continúa en activo y el 26 de mayo acepta encantada intervenir en una velada en el Círculo de Bellas Artes, organizada por la sección de Literatura con motivo de la conferencia sobre "El arte dramático y las varietés en nuestro teatro contemporáneo". Actúa al final, acompañada al piano por el maestro Foglietti, interpretando temas de su repertorio. Está bellísima: lleva un traje blanco de inspiración griega, cruzado por un estilizado ramo en tonos oscuros y los cabellos recogidos en un moño alto. Resplandece incluso al lado de la actriz Mercedes Pardo, otra belleza de la época -con la que parece tener una amistosa complicidad-, los conferenciantes y el resto de intervinientes en la gala. Sobresale entre todos ellos, luminosa y alegre, con su amplia y dulce sonrisa tan característica. Según el Heraldo, siempre muy partidario de Fornarina, "...el de anoche fue el triunfo más grande que ha obtenido artista alguna de este género ante un público de intelectuales". Su actuación ha sido un éxito, el mayor de la noche y se habla, una vez más, de su "gracia, distinción y arte".

Fornarina, la tercera por la derecha, resplandece en esta fotografía
tomada en la velada del Círculo, a pesar de su mala calidad

El 3 de junio celebra su beneficio y despedida del Apolo, dispuesta a comenzar la tradicional gira veraniega por España y, en otoño, su temporada en el extranjero. En julio actúa durante cinco noches en el Salón Regio de Granada, donde un crítico entusiasta se refiere a ella como el "non plus ultra de las mujeres". En agosto es contratada por el Novetats de Barcelona, reconvertido al music-hall durante la temporada veraniega y que ofrece a los barceloneses un cartel característico de las variedades. Y así Fornarina actúa como número final detrás de la canzonetista Carmen Ibañez, las bailarinas Hermanas España (que "bordan la jota") y las Imperiales, los barristas cómicos The Gustinos o el Trío Lara. Todo esto tras "metros de películas y sinfonías kilométricas" de las que se queja un público deseoso de ver las atracciones anunciadas.

La Raquel Meller de 1914 aún no era una diva glamurosa
y hermética, aunque su talento ya era innegable

En Barcelona triunfa otra cupletista que será mítica y que ya apunta maneras para recoger el cetro de Fornarina como reina del cuplé: Raquel Meller, que de momento gana trescientas pesetas diarias donde el caché de Consuelo no baja de las quinientas. Algún crítico hablará de las supuestas pérdidas del teatro Novetats a causa precisamente de este elevado caché de la madrileña. En realidad, la temporada de verano en Barcelona -a pesar de ser ciudad costera- suele ser tan floja como la madrileña, y los teatros se las ven y se las desean para no tener pérdidas.
El 25 de agosto Fornarina debuta en el Salón Pradera de Santander, donde no se habla de pérdidas sino de todo lo contrario. Así como en el Victoria Eugenia de San Sebastián, donde da por terminada la temporada de verano a mediados del mes de septiembre, regresando a Madrid con unos planes muy concretos y nada prometedores. Marinelli, su tenaz agente en el extranjero, le ha preparado contratos para Francia, Alemania y Dinamarca, entre otros países. Pero todo se ha desbaratado, esta vez por una circunstancia totalmente ajena y de tan radicales como duraderos efectos.

Una trinchera de la Gran Guerra: cerca de ocho millones
de muertos para cambiar el mapa de Europa

El año 1914 quedará marcado en la historia de la humanidad como el del inicio de la Primera Guerra Mundial, conocida en su momento (antes de la llegada de la Segunda) simplemente como la Gran Guerra.
Hasta el 28 de junio, fecha en la que fue asesinado en Sarajevo el heredero del Imperio Austro-Húngaro, el archiduque Francisco Fernando, la pequeña historia que se escribe día a día en lo cotidiano se aferra todavía a los últimos momentos de la Belle Époque. En realidad a los últimos momentos de toda una manera de entender la vida, ya que nada sería lo mismo al terminar la Gran Guerra: ni el mapa de Europa, ni la situación política y económica mundial, ni las ideologías, ni las modas.
Para Fornarina significa el fin de su sueño parisino. Como hemos visto, al terminar la temporada en España decide viajar a la capital de Francia para desmontar el meublé de la calle Godot de Mauroy, en el que tantos momentos felices en lo personal y lo profesional compartiera con Cadenas. El ambiente que en París se encuentra es opresivo: comienzan a llegar los primeros refugiados, hay miedo e incertidumbre en el ambiente, la gente tiene prisa, no hay tiempo para hacer planes aunque sí para romper contratos. Los parisinos se despiden de la frivolidad mágica de la Belle Époque sin apenas darse cuenta.

Refugiados belgas a su llegada a París en 1914

Consuelo, contagiada por esta atmósfera de temor, recoge precipitadamente todos sus objetos personales, regalando aquellos que no puede portar consigo en su maleta de regreso a Madrid. Liquida las cuentas pendientes con el casero y otros proveedores, y al despedirse de la portera no puede evitar derramar unas lágrimas. Aunque una y otra se prometen volver a verse "cuando todo termine", de alguna manera Consuelo ya presiente cual va a ser la realidad de este pretendido reencuentro: no volverán a verse nunca más, de hecho no regresará a París, su querido París, ni volverá a salir de España.
Regresa a Madrid con el corazón encogido, tras un viaje accidentado y más largo que de costumbre. En el trayecto ha tenido tiempo de meditar sobre su situación: sus contratos con Marinelli han sido cancelados y se encuentra con un vacío laboral inesperado que, de momento, no sabe cómo llenar. La visión de la frontera militarizada y los relatos que escucha en el tren aumentan su desasosiego. Comprende que ha llegado el momento de tomarse un respiro para reflexionar sobre su situación.

La cortesana Aspasia de Mileto reunió en su casa de Atenas
lo mejor de la sociedad de la época de Pericles

Durante el resto del año, Fornarina se establece en su hotelito de María de Molina, decora con esmero su interior, cuida tanto de su jardín como de sí misma (su salud es muy delicada) y recibe a sus amigos en lo que fueron las famosas veladas en la casa de Fornarina, actuando como una especie de Aspasia a la española. Y de estas veladas y de los interesantes personajes que en ellas intervenían, os hablaré en la siguiente entrada.

(1) Norma Desmond, el personaje interpretado por Gloria Swanson en "El crepúsculo de los dioses", representa el prototipo de la diva envejecida que se niega a admitir su decadencia, instalándose en un mundo irreal en el que la fama y la juventud todavía le asisten.

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