La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

viernes, 26 de noviembre de 2010

Intermedio: El escándalo del melón

Cucurbitáceas varias: sandías, calabazas, melones ...

De las notas (mentales) del funcionario de guardia de la Delegación:
Lugar: Teatro Novedades de Madrid.
Fecha: 18 de diciembre de 1905.
Hora: nocturna (y ya algo golfa), pongamos las 10 ó las 11.
Intervinientes: de una parte y como imputados, los señores D. Francisco Belmonte, D. Ricardo Sabriega y D. Joaquín López, todos vecinos de Madrid. De otra parte (y qué hermosa parte), la señorita Consuelo Vello Cano, más conocida por su nombre artístico, La Fornarina, asimismo vecina de esta villa y corte.
También interviene en el incidente un melón, del que sólo tenemos como cierto el dato de su procedencia, al parecer de la provincia de Valencia.
Acuden a esta delegación conducidos por la autoridad competente, en este caso los agentes de vigilancia destinados a labores de seguridad en el referido teatro (famoso por sus números, no siempre encima del escenario).
Los hechos: que en el lugar y las horas ya mencionadas y al término de la actuación de la señorita Vello, en calidad de cupletista, el señor D. Francisco Belmonte, en calidad de admirador, se levanta de su butaca de patio, se dirige al escenario y le ofrece a la gentil artista un presente en forma de melón, con tarjeta y todo.
Que dicha señorita se siente ofendida, con razón, al recibir semejante cucurbitácea y no un ramo de flores, sin duda alguna obsequio más común y más indicado para el caso.
Que ante la "gracia" la señorita Vello reacciona airadamente y amaga con tirarle el melón a la cabeza al pretendido admirador, mientras de su boca salen palabras que serían ofensa sino hubieran sido dichas por defensa.
Que la señorita Vello pasa del amago al cumplimiento y le estampa en la cabeza el mencionado melón a su donante.
Que parte del público interviene, unos situándose a favor del señor Belmonte, otros del lado de la señorita Vello (igualito que en los toros, que esto es España).
Que de los gritos, insultos, amagos y otras expresiones de violencia, los cuerpos de seguridad destinados en el teatro (que ya tienen experiencia en estas lides) deciden cortar por lo sano, sacan porras y silbatos y ejecutan la detención del mencionado individuo, de unos amigos implicados en la bromita y que han salido en su defensa, del melón como cuerpo del delito y de la señorita Vello, que en ningún momento pierde dulzura y belleza a pesar de perder compostura y paciencia.
Que, saliendo del teatro, se organizó en el exterior una espontánea manifestación formada por los partidarios de una y otra parte, protestando unánimemente unos y otros por la suspensión del espectáculo (aunque para espectáculo, y gratuito, el de la calle).
En resumen: compareciendo en esta Delegación todas las partes implicadas, y habiendo escuchado el relato de los hechos realizado por todas las partes, se decide su traslado al Gobierno civil donde el buen criterio del gobernador decidirá el castigo, si procediese, que semejante situación se merece como escarmiento. El melón permanece en delegación.

Al día siguiente: leo consternado en la prensa vespertina el desenlace del asunto del fruto del melonar, a saber, que los individuos implicados en broma de tan mal gusto han sido justamente condenados cada uno a cien pesetas de multa, pero que asimismo a la gentil y escultural Fornarina se le ha impuesto también dicha multa. A mi entender esa mujer, esa reina, esa diosa, tan solo hizo que defenderse y no merece castigo alguno. Sin duda, en su rubia cabecita, una pregunta bulle y rebulle insistentemente: ¿no hubiera sido mejor aceptar el melón y darme el gusto de al menos probarlo? No, hija de mi vida, semejante fruto resulta siempre indigesto cuando es ofrecido por manos que tan sólo pretenden el insulto. Seguro que ni siquiera lo habían calado previamente.

jueves, 18 de noviembre de 2010

LA FORNARINA VI: Llega el éxito

La Fornarina de su primera época: encanto provocativo

Ya hemos visto que 1902 es el año del despegue de Fornarina. Consigue sucesivos contratos en diferentes teatros madrileños como Actualidades, Salón Japonés o el Romea. Las carteleras de los periódicos de la época nos van mostrando entre líneas la tímida pero imparable evolución de la cupletista, así como nos informan de los puestos que va escalando a medida que su fama y su caché aumentan en los diferentes espectáculos en los que interviene.
Así la vemos en marzo de 1902 actuando en el Japonés "con toilettes orientales" en segunda sección, detrás de un gran elenco de artistas de variedades y otras cupletistas.
A finales de año está en Romea compartiendo escenario con Chelito (la de "La Pulga") y Bella Belén (la de "El morrongo"), apareciendo en tercer lugar. En el siguiente espectáculo es ya la segunda, detrás de Bella Chiquita y antes de Gardenia y otras cupletistas menos conocidas.

La Chelito, otra de las grandes,
fue compañera y rival

En enero de 1903 tiene uno, acaso el primero, de los que serían sus célebres encontronazos con el público: Fornarina replicó con "ciertas frases" a algunos bullangueros espectadores del Romea y por el escándalo resultante hubo de ser suspendida la representación. Lo mejor de todo: en la función del día siguiente se volvió a repetir el "numerito". Ni Fornarina era de las que se callaban ni el respetable lo era tanto.
En los carnavales de 1903 se hace célebre una aparición suya en el baile de máscaras que la Asociación de la Prensa celebra en el Teatro Real: "... en vistoso desfile de arlequines y sobre un artístico palanquín ... fue ovacionada la hermosa y escultural Fornarina, que dio vuelta al salón luciendo en maillot las admirables líneas de su figura". Es decir, que Consuelito ni cantó ni bailó sino que, sin más alardes, se paseó triunfalmente en lo que otros periódicos calificaron como "traje de Eva". Este tipo de apariciones le brindaron una enorme publicidad pero también le perjudicaron a largo plazo, ya que el público siempre esperó y pidió, a menudo a grito pelado en el interior de los teatros, la faceta más sicalíptica de Fornarina.

Tan modosita ella, cuando quería
sabía bien defenderse ...

La prensa -hábilmente manejada por Cadenas que, como ya dijimos, era él mismo un sagaz y bien relacionado periodista- no tardó en hacerse eco de la evolución de Consuelo y los diferentes rotativos alababan, no sólo su belleza sino "la gracia y el esprit en el arte de recitar y cantar", sabiendo apreciar su talento y el gran esfuerzo que realizaba para conseguir salir del "género ínfimo" en el que estaba catalogada.
En marzo de 1903 actúa en "El Pacha Bum-Bum" y sucede lo que ya hemos visto en la entrada anterior: pasa de ser "una de tantas" a La Fornarina, la escultural esclava del harén, la belleza en carne de mujer, la tentación hecha hembra. Como efecto propagandístico, inmejorable.
En el verano de 1903 actúa en Barcelona donde tiene un gran éxito que tendrá continuación en sucesivas actuaciones y en otoño regresa a Madrid para debutar en la nueva temporada del Romea como primera figura, obteniendo un "gran éxito en sus picantes y atrevidas canciones". En la misma reseña se dice de una compañera suya en el mismo espectáculo que "la señorita Egea obtuvo plácemes por lo bien que baila y por la elegancia con que viste". Está claro que Consuelo es todavía una cupletista sicalíptica y que su público busca en ella el gesto atrevido, las letras picantes y los contoneos sugerentes. No se espera que sea elegante, tan sólo escultural y provocativa.
Así a finales de 1903 vuelve a protagonizar un nuevo escándalo al enfrentarse a un espectador. Al parecer, a la salida del espectáculo este sujeto le dijo algo, bien podemos imaginar sobre qué y cómo, que a Fornarina no le gustó en absoluto y que debió sacar de ella la chulapona de barrio que llevaba dentro y que nunca dejó de ser. El caso es que no sólo se cruzaron frases sino también bofetadas. Resultado: todos a Delegación. Tengamos en cuenta que en esta época una frase grosera o un gesto insultante eran motivo de multa e incluso cárcel. Felices tiempos los del cuplé.

Fornarina: la impecable imagen de la cupletista

Pero a pesar de todos estos pequeños escándalos, Fornarina tiene generalmente en estos años excelentes críticas de prensa y, lo que es más importante, un gran éxito de público. Son notorios sus intentos de abandonar el limitado campo del couplet sicalíptico y de ampliar sus registros, algo que la crítica agradecía aunque no tanto su público, como deja claro este poemilla satírico de la época:

"Sólo dejo de jugar
con los que van a silbar,
de noche, a la Fornarina ...
con gente tan poco fina
es imposible alternar."

En 1904 es ya la clou, es decir, la atracción principal de los teatros en los que actúa (Romea, Actualidades, Novedades, ...) y se le considera la reina del couplet de tipo francés. Aunque no se conoce la fecha concreta para su primer encuentro, se cree que es en este año cuando Fornarina comienza su colaboración profesional con José Juan Cadenas.
Consuelo está trabajando duramente: a sus clases de solfeo, baile y declamación hay que unir los estudios de idiomas, para los que resulta estar sorprendentemente dotada (llegó a manejarse con cierta soltura en portugués, francés y ¡en alemán!), se convierte en voraz consumidora de las lecturas que Cadenas le recomienda y se empieza a mover en círculos intelectuales, aunque todavía tiene una asignatura pendiente que, casi hasta el final de su carrera, no aprobará: llegar al público femenino.
Su imagen se fue dulcificando para llegar
a todos los públicos

A pesar de todos sus esfuerzos, los escándalos le persiguen y en diciembre de 1905 acontece el célebre episodio del melón, que tanto dio que hablar y que escribir. Al merecer capítulo aparte, en capítulo aparte aparece ...
En 1905 actúa con enorme éxito en el Coliseo dos Recreios de Lisboa, donde unos arrebatados espectadores, a la salida del espectáculo, desenganchan los caballos de su carruaje y llevan a Fornarina en plan rickshaw hasta su alojamiento. Regresaría a Portugal en más ocasiones, recibiendo una cálida acogida tanto de parte de la crítica como del público y sintiéndose siempre muy querida.
Durante 1906 sigue trabajando incansablemente y ya no se limita tan sólo al público madrileño sino que hace lo que entonces se llamaba la "gira por provincias", siempre con gran éxito y rodeada de no poco escándalo. Las ligas de la decencia de las capitales de provincia no la recibían en el andén de la estación precisamente con un gran ramo de flores. En todo caso, con una corona con crespones negros.
A principios de 1907 reaparece con gran éxito en Lisboa. A su regreso a Madrid es contratada por el teatro Price pero su estancia en la capital no dura mucho y tardará poco en dar el salto definitivo: París. Ahí es nada.

Y de sus aventuras en París, con José Juan Cadenas, Quinito Valverde y el mismísimo Don Procopio, os hablaré en el próximo capítulo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Intermedio: ¿Cómo era Fornarina?

Nos han llegado de Consuelo múltiples imágenes: portadas en diferentes publicaciones, anuncios, reportajes y reseñas gráficas en periódicos y revistas, postales -en su mayoría coloreadas-, algún retrato al oleo y no pocas caricaturas.

Dibujo al natural de La Fornarina, más bien
una caricatura

En su corta carrera artística, de apenas 15 años, hay que distinguir al menos dos épocas: una primera, más natural, en sus comienzos, donde aparece una Fornarina más rolliza(1), con el pelo oscuro y un vestuario teatral, caracterizado por el corsé. el can-can (en su sentido de enagua armada con volantes) y los mantones floreados; y una segunda etapa más sofisticada, tras sus éxitos internacionales, muy influenciada por los gustos de José Juan Cadenas. El periodista le aconsejó que se tiñera el pelo de rubio y que adoptara el estilo de últimas modas de París, donde un tal Poiret estaba desterrando el corsé del guardarropa de las mujeres.

Paul Poiret fue un precursor y un visionario:
murió olvidado y sin un franco

Del color de ojos de Fornarina tengo informaciones algo contradictorias, aunque me inclino a creer que las referencias a sus "ojos glaucos" son más recreación poética que realidad.
Del color de su pelo, sabemos que era castaño por naturaleza y de un rubio, que se adivina oscuro, por vocación. De los procesos de decoloración del cabello a principios del s. XX no tengo demasiada idea, aunque los imagino basados en el uso del agua oxigenada con pocos escrúpulos y ningún remordimiento.
En España se habló mucho de una "rubia Fornarina" aunque en postales y fotografías apenas se aprecia ese tono, más que como un reflejo luminoso. En todo caso, la imagen que nos ha llegado de ella es más el de la morena racial del pasodoble "Clavelitos" que el de la rubia angelical de la "Canción del Rhin".
La imagen de cupletista aflamencada fue una
de las más populares

Si nos atenemos a sus rasgos, hoy en día su nariz nos parece demasiado prominente, incluso algo torcida; sus cejas, espesas y con una forma demasiado recta; sus ojos, almendrados y con una caída de párpados que en todas las épocas se ha considerado de gran sensualidad; su boca, de labios finos y bien perfilados, al gusto de entonces; el tono de su piel parece en las fotografías luminoso y uniforme; la forma de su cara, ovalada y los rasgos, en conjunto, simétricos -de ahí su fotogenia frontal, aunque su perfil fuera también de una gran plasticidad.

El perfil de Fornarina: curvas "belle-époque"

En cuanto al cuerpo, también hay dos etapas: una primera de cupletista de rotundas carnes al gusto patrio y una segunda, como ya os he indicado anteriormente, más parisina, más sofisticada, de cantante avant-la-lettre, adelantada a su época: no mucho más delgada pero si con trajes de corte imperio que la estilizaban más. No debía ser muy alta, pero sí bien proporcionada, dando sensación de una esbeltez que por entonces no era lo más común entre las cupletistas.


En 1914 la influencia de la moda parisina en Consuelo
es ya muy evidente: si lleva corsé, no se nota

Sabido es el gusto de Fornarina por las joyas, más concretamente por los diamantes. En esto no fue original, ya que todas sus compañeras de fortuna o infortunio, tenían en gran aprecio los regalos en joyas de sus admiradores o incluso invertían casi todas sus ganancias del teatro en las joyerías, aunque los bienes inmuebles (el ansiado "hotelito") también estaban entre sus preferencias en cuanto a inversión de futuro.
En una entrada posterior os hablaré del famoso "escándalo de los brillantes de La Fornarina", que llevó a Consuelo a demandar a un joyero que, al parecer, la habría estafado. Con o sin estafa, a su muerte sus herederos se llevaron un buen "pico" precisamente en diamantes.
De sus esmeradas toilettes sobre la escena, con joyas auténticas incluidas, se habló mucho en la prensa de la época y fue, junto con su encanto y su belleza contemporánea, uno de los rasgos definitorios de su estilo personalísimo.

En cuanto a la Fornarina artista, muy poco podemos decir de su forma de bailar, moverse e interpretar encima del escenario, ya que no nos han llegado testimonios filmados de sus actuaciones. En cuanto a su voz, en las pocas grabaciones que afortunadamente sí nos han llegado de ella, lo primero que nos sorprende es que fuera tan fina, atiplada, incluso chillona. Pero, si la comparamos con las grabaciones de otras artistas (Raquel Meller, Mercedes Serós, La Goyita, Carmen Flores, ...) la voz de Consuelo es precisamente la menos chillona, y su timbre posee unas tonalidades graves que las demás no tenían.
No era una gran cantante, pero su peculiar entonación aún puede apreciarse en estas grabaciones. En algunas ocasiones los nervios la traicionaban y su voz aparecía insegura, vibrante. Pero su público veía en ese fallo la pura emoción y el candor que entonces tanto se valoraba.
Nunca fue por lo visto una gran bailarina -ni lo pretendió: ella era cantante-, y no poseía un gran sentido de la coordinación, según algunos críticos cuyas opiniones nos han llegado. Pero quien la vio en escena, siempre recordaba su gran delicadeza y su insinuante, pero nunca vulgar, forma de moverse. En cuanto a su falta de coordinación, resulta paradójico que uno de sus números más famosos, "El Polichinela", lo realizara accionando una marioneta mientras cantaba y se movía por el escenario. Este número siempre fue uno de los mejor recibidos por su público, así que tan mal no lo haría ...

El famoso número de "El Polichinela"

Y hasta aquí una descripción del físico de La Fornarina y de su estilo como artista. Del carácter de Consuelo y de la evolución de su personalidad, hablaré en otro intermedio.

Pues es consideración indudable y de opinión generalizada, que el interior del ser humano se merezca entrada aparte.

(1) Muy en sus comienzos, cuando era modelo de artistas, Consuelo estaba mucho más delgada. No sería descabellado imaginar que su delgadez se debía, simplemente, al hambre.

Fornarina canta "La Maxixa", "El Polichinela" y "Clavelitos"

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