La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época

La Fornarina y otras cupletistas que marcaron una época: mujeres ayer admiradas, hoy olvidadas

miércoles, 13 de octubre de 2010

Intermedio: La hija del pueblo de Madrid

Postales de Fornarina, con mantón y pañuelo

Imaginemos por un momento a una mujer de clase humilde de entonces, una madrileña de finales del XIX y principios del XX, que no es una dama por cuna ni puede pretender serlo. Pero hoy se ha esmerado porque se ha arreglado para ir a la verbena y luce lo mejor de sus toiletttes: puede que no lleve corsé pero afina su talle con un ancho cinturón y su atuendo se compone de blusa y falda tobillera o vestido de una pieza, que deja ver sus pies pequeños enfundados en botines ceñidísimos o en zapatos bajos, es decir, abiertos y sin caña, que permiten ver las medias, bordadas y de seda en el mejor de los casos, aunque generalmente lisas y de algodón.
Su magra economía no da para abrigos de paño, pero luce un mantón con flecos, de lana para el frío y de algodón o seda cuando el clima es más suave. Liso y de color negro el de lana o bordado el de seda en algún remoto lugar de Oriente. Este famoso mantón bordado, "alfombrao", de Manila o de la China, que con todos estos nombres se conoce, es el más caro y solo es posible lucirlo si se tienen precisamente "posibles" o algún admirador generoso que te lo haya regalado.
En la cabeza, nuestra inefable hija del pueblo de Madrid, no porta elegantes sombreros, que son muy caros. Lleva el cabello al aire, recogido en un moño alto y voluminoso, suyo natural o relleno de crêpe. Puede que luzca pañuelo de algodón o satén, preferiblemente blanco, adornado con flores naturales, prendidas directamente en el pelo. No se maquilla, que eso es de artistas y de pendones, si acaso se aplica con borla una nube de polvos de arroz baratos. Huele a jabón de tocador o a agua de violetas o de rosas. Y en fin, va hecha un pincel por muy poquito parné.

Una escena de "La verbena de la Paloma"

En cuanto a su forma de hablar y de desenvolverse, es expresiva, simpática o desdeñosa según la situación, un tanto descarada y muy consciente del poder de los mohines, los guiños y los desplantes. Su forma de hablar no es la que nos ha llegado en las zarzuelas o los sainetes, pero se parece bastante y, curiosamente, puede hasta variar dependiendo del barrio del que proceda.
No es una chica culta, no tiene apenas educación y la que tiene es de un tipo sentimental y práctico, idealista y grosero, todo al mismo tiempo, algo que hoy en día nos dejaría algo desconcertados. Si no es tonta, medrará, y si lo es, puede que también lo consiga, porque

"la suerte esquiva es atolondrada y veleidosa,
y nunca se sabe dónde se posa"
Es honrada y honesta a su manera: lo primero si puede y lo segundo si la dejan. Valora y ansía el amor verdadero entre un hombre y una mujer, pero para amor verdadero, el que se siente por una madre o por un hijo. Le gustan los folletines y las romanzas, las canciones con doble sentido (los couplets que se han puesto tan de moda últimamente) y los chismes, siempre y cuando no traten sobre una o su familia.

Y una vez que nos hemos imaginado a esta madrileña tan zarzuelera, la típica chulapa, chulona, chulapona, castiza o como le queramos llamar, podremos visualizar a una vecina joven y guapetona de la pequeña Consuelo. Y a ella misma, unos cuantos años después, con muy pocas variaciones. En las clases populares la velocidad de los cambios en la moda va más lenta y los aires del Sena apenas llegan al Manzanares.

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